Una manera diferente de entender el fútbol.
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por David Herrera.
Si hacemos un breve recorrido sobre el desarrollo de los
diferentes deportes durante el siglo XX llegaremos rápidamente a la
conclusión de que los procesos de enseñanza – aprendizaje se basaban en las
teorías conductistas (psicología, pedagogía, didáctica, metodología…) así como
los procesos de entrenamiento – rendimiento lo hacían en las teorías
mecanicistas de ramas como la fisiología, la biomecánica, la medicina o la
física (dicotomía cuerpo – mente). Ambas comportaban un modelo atomizado del
deporte en cuestión, donde primaba lo observable, lo mensurable.
Dicho modelo crecía en torno al estudio del deporte,
reproduciéndose según evolucionase el reglamento, las exigencias de la
competición o los conocimientos del entrenador. Como podemos observar, todos
ellos factores son ajenos al jugador, al deportista. La tendencia en
rendimiento era parcelar la realidad competitiva para trabajar en los
entrenamientos de manera aislada la técnica, la táctica, la preparación física…
por medio de prácticas cuantitativas de ejercicios analíticos en secuencias
lineales progresivas (Seirul-lo, 2013).
Frente al paradigma clásico del pasado siglo, surge
una nueva visión del deporte que se centra en el desarrollo integral del
deportista, gracias a las aportaciones de las teorías ecologistas, el
cognitivismo, la teoría de los sistemas… que logran la auto-modelación del
deportista, su auto-estructuración.
Ahora bien, ¿cómo lograr esta auto-estructuración? He
aquí algunas ideas del profesor:
-Observando el impacto que la competición ocasiona en el
jugador
- La constante adquisición por parte del jugador de
nuevos conocimientos sobre el juego, sobre la competición y sobre sí mismo.
- La instauración de habilidades técnico-tácticas en
las que el jugador presente ciertas competencias.
Como vemos, todas ellas parten del deportista, le
sitúan como eje principal en torno al que dirigir el proceso metodológico. Por
tanto, atendiendo a este nuevo paradigma, debemos interpretar a la persona como
una estructura hipercompleja, configurada por interacciones y retroacciones
entre las diferentes estructuras: bioenergética, coordinativa, cognitiva,
socio-afectiva, emotivo-volitiva, creativo-expresiva…
Tras este marco teórico contextualizador, el entrenador se
preguntará como enfocar el proceso de entrenamiento centrado en el jugador, que
él sea el protagonista, el que toma las decisiones, influyendo lo menos posible
en el desarrollo del mismo, pero a la vez, orientando las tareas hacia el
objetivo táctico principal que se pretende. La respuesta está en el rótulo que
da título a este artículo: situaciones simuladoras preferenciales.
Son propuestas de entrenamiento muy cercanas a la
realidad específica competitiva en las que se imponen ciertas reglas que ayuden
a conseguir un objetivo principal dentro de nuestros principios de juego.
Se trata de tareas en las que el jugador es el
principal protagonista, el que interpreta, enfocadas en torno a un determinado
objetivo táctico pretendido, el cual se alcanzará condicionando lo mínimo
posible con indicaciones de índole mecánica o lineal.
Por ejemplo, si en el plano macro queremos incidir en
el juego interior, podemos plantear una situación de mantenimiento 7x7+3c en
una superficie rectangular delimitada, dentro de la cuál habilitaremos una zona
central en la que sólo podrán aparecer los mediocentros o dentro de la cual no
se les podrá presionar o se hará de manera mínima. Así, estamos priorizando el
juego asociativo en la medular, sin más consigna que favorecer la aparición de
los jugadores encargados de elaborar, dando total libertad de decisión al
jugador en la evolución de la tarea de cara a mantener la posesión de balón.
Una vez asimilado el objetivo, se suprime el condicionante, aumentando el grado
de dificultad, pero quedando ya patente en el jugador el objetivo principal de
la situación.
Vamos con otro ejemplo. Si queremos incidir en evitar el
pressing del rival en la salida de balón y para ello, consideramos fundamental
hacer bascular al equipo contrario llevando el esférico de un lado a otro,
podemos dividir el campo en tres carriles y situar tres mini-porterías, una en
cada uno de ellos. La consigna será intentar hacer gol en el lado opuesto al
que iniciamos la jugada.
Una vez ha identificado el jugador el objetivo pretendido,
eliminaremos las consignas que limiten la libertad del mismo en su toma de
decisiones, de modo que sea él quien interprete el juego y decida si es mejor
finalizar jugada por la zona contraria a la que se inició o, por el contrario,
interpreta que la mejor manera es seguir jugando en la misma, por existir
superioridad debido a un mal pressing rival o por la confianza en un compañero
habilidoso en el uno contra uno.
No pretendemos ofrecer la respuesta al jugador, sino sentar
las bases para que sea él mismo quien busque soluciones. Al ojo poco entrenado
le puede llevar a confusión, a entender que hay un alto grado de anarquía según
esta perspectiva. Todo lo contrario, existe cierto orden dentro de un caos
aparente que permitirá aflorar las propias decisiones del jugador y que sea él
quien resuelva las situaciones de forma totalmente autónoma e impredecible.
“La verdadera importancia reside en definir la
orientación de la tarea, qué buscamos, qué objetivo perseguimos”
“Todos los sistemas dinámicos complejos fundamentan su
existencia en mantener sus funciones como un todo, mediante interacciones y
retroacciones de sus componentes”.
Autor: David Herrera
Twitter: @davidheco
Fútbol Complejo – Una manera diferente de entender
el fútbol
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