Diciembre 22, 2014
LA VENTAJA COMPETITIVA
DE LA INTELIGENCIA COLECTIVA.
de LÓPEZ DEL CAMPO, R.
OPINIÓN.
OPINIÓN.
Un equipo no es la suma de varios jugadores sino la
interacción entre distintos jugadores que crean algo nuevo. Un nuevo sistema
con identidad propia que es más que la simple suma de las partes. Al igual que
la yuxtaposición del cobre y el estaño dan como resultado un nuevo metal, el
bronce, cuyas cualidades son distintas a las del cobre o el estaño por
separado; la unión de los miembros de un equipo da como resultado un ente cuyas
capacidades son distintas a las que cada jugador tiene por separado.
El resultado no es la suma de las partes, existe una
interacción constante de todas las partes que forman un sistema complejo que a
su vez está formado por elementos que interactúan entre ellos. A mayor número
de elementos, mayor número de interacciones y mayor complejidad.
Un equipo de fútbol está considerado como un sistema
complejo porque está compuesto por un conjunto de elementos, jugadores, que
interactúan organizados en torno a un propósito principal: marcar gol mediante
la combinación del balón entre sus miembros para ganar el partido. Para cumplir
con este propósito, un sistema tiene que encontrar la forma más adecuada. En un
equipo de fútbol, normalmente el propósito es doble: defender la propia
portería y meter gol en la portería que defiende el rival.
El punto más débil del orden en el sistema son las
transiciones desde al ataque a la defensa. El equipo que pierde el balón
mientras está atacando debe reorganizarse inmediatamente para adoptar una
estructura defensiva que minimice la vulnerabilidad frente al ataque del equipo
contrario. La eficacia colectiva consiste en la habilidad que tiene el sistema
(equipo) de pasar de un estado a otro sin ser sorprendido. Es decir, la
habilidad de colocarse rápidamente cuando pierdes el balón y de recuperar
nuevamente el balón lo antes posible para coger al equipo oponente desordenado.
Pero un equipo de fútbol es como una microsociedad, así que
el concepto de juego es como el concepto de la vida misma. Relaciones humanas
que van más allá de los aspectos tácticos. La estrategia al final es
simplemente un medio para poner en práctica el concepto de inteligencia
colectiva o inteligencia interpersonal.
Si la finalidad fuera simplemente el éxito personal de cada
individuo, el equipo como tal nunca llegaría muy lejos y se iría en detrimento
de la efectividad colectiva.
En la actualidad, vivimos en sociedades muy
individualizadas, por lo que conseguir crear una identidad colectiva es muy
difícil. Hay que crear un clima en el que todos quieran actuar en interés de la
colectividad.
El talento individual es imprescindible para conseguir
buenos resultados, pero no se debe convertir en un fin en sí mismo. El talento
individual debe complementarse con el talento de los demás. De lo contrario, no
se conseguirá la tan deseada efectividad colectiva. La simple asociación de los
elementos individuales no nos permite deducir el comportamiento del conjunto.
El comportamiento del equipo es más que la suma de las partes. Saber sacar el
máximo rendimiento de esta máxima depende en gran medida del entrenador como
director del conjunto.
¿Puede emerger una inteligencia superior colectiva de las
interacciones individuales básicas? Los jugadores de fútbol, ¿realizan sus
movimientos como robots o conciben el sistema como un todo para tomar
decisiones conscientes, no mecanizadas? La eficacia de los sistemas colectivos
o inteligencia colectiva (interpersonal) es objeto de estudio de los expertos
en “Inteligencia Artificial”; estos científicos han intentado dotar de
inteligencia colectiva a las máquinas sin que hayan conseguido hasta el momento
emular la inteligencia colectiva humana.
Durante un partido de fútbol hay tantas situaciones posibles
que resulta imposible decir a cada jugador lo que tiene que hacer en cada
situación. Las posibilidades con las que un equipo cuenta a la hora de abordar
cada situación compleja de juego son infinitas. Por este motivo, sólo nos queda
perfeccionar los procesos de aprendizaje durante los entrenamientos para que
cada jugador sepa tomar la decisión más acertada en cada momento. Para
conseguir este objetivo, modelos analíticos basados en la mecanización de toma
de decisiones según el criterio de un único individuo, el entrenador, no
resulta muy eficiente. Métodos más integrados en el que el entrenador cree
situaciones complejas que emulen el juego real para que el equipo, como
conjunto, realice un procesamiento de la información tal que le permita adoptar
las decisiones más acertadas resultaría más adecuado. El entrenamiento basado
en la interacción compleja con compañeros, oponentes y balón permitirá al
equipo ser cada vez más eficiente en la resolución de problemas similares a los
que se encontrará el día de la competición.
A diferencia de los robots que se limitan a actuar de forma
mecánica en función de la programación que se les haya dado, el comportamiento
humano cuenta con una ventaja competitiva: la percepción global del resultado
de su acción.
Métodos analíticos de mando directo en el que el entrenador
indica a sus jugadores lo que tienen que hacer, es decir, busca que el jugador
mecanice la toma de decisiones, da una falsa apariencia de inteligencia
colectiva. El jugador, en estos casos, solo responde a comportamientos básicos
programados por el entrenador. El resultado global es similar, en apariencia,
al que se obtendría si hubiera consciencia; pero en realidad no hay
inteligencia porque el jugador no conoce el propósito de la acción, sino que se
limita a hacer lo que le han dicho que haga. El jugador no sabe por qué lo
hace, no ha deducido por sí mismo que la decisión adoptada es la mejor, por lo
que será más difícil que en situaciones similares identifique que una decisión
parecida puede llegar a ser igual de buena.
Para poder alcanzar la denominada inteligencia colectiva,
que es más que la suma individual de las inteligencias, los jugadores deben
estar dotados de autonomía y consciencia en la toma de decisiones. La
percepción global del resultado de su acción debe ser única y no debe estar
condicionada por la visión única del entrenador.
El jugador de fútbol tiene que tener una idea lo más clara
posible de cómo funciona el conjunto y esa idea se la debe proporcionar el
entrenador. Un buen entrenador transmitirá la idea general para que cada uno
sepa dónde encaja, cuál es su contribución al equipo, qué relación tiene con
aquellos compañeros con los que puede interactuar. Si todo está en su sitio y
funciona al unísono, el equipo está perfectamente engranado y la inteligencia
colectiva campará a sus anchas.
La función del entrenador se debe centrar en configurar la
acción de cada jugador dentro de la configuración del equipo, manteniendo la
autonomía decisional. Para dicha configuración, cada jugador debe descifrar
continuamente como se está desarrollando el juego.
El posible problema proviene del hombre, compañero y
oponente. El jugador debe aprender lo que podríamos llamar el lenguaje corporal
de sus compañeros o rivales (inteligencia interpersonal). ¿Qué intentan decirme
o que puedo interpretar de su movimiento o expresión?, ¿qué intentan hacerme creer?,
¿de qué me está avisando moviéndose hacia un lado u otro?… La clave está
descifrar la conducta de los demás jugadores que interactúan con él. ¿De dónde
se puede sacar la información necesaria para hacerlo? De la percepción de
estímulos relacionados, por ejemplo, con la posición o movimiento de los pies o
manos, de las expresiones faciales, de la posición global del cuerpo,
movimientos explosivos, reacciones a movimientos propios… En definitiva, a un
conjunto de señales que el jugador debe interpretar de forma acertada.
Jugar al fútbol significa crear una infinidad de acciones
corporales para indicar a su vez otras acciones que otros tendrán que crear de
forma coordinada. El futbolista crea señales que deben ser percibidas
correctamente por los demás compañeros. Una metodología adecuada de
entrenamiento puede favorecer el conocimiento mutuo de los distintos jugadores
del equipo, que se verá reflejado necesariamente en una mayor inteligencia
colectiva. De esta forma, los jugadores de un mismo equipo intentarán crear
señales claras que le permitan asociarse con sus compañeros y que sean
indescifrables para el rival. Si el equipo oponente descifra estas señales, es
muy probable que pueda anticiparse y neutralizar las acciones.
Las metodologías integradas permiten el aprendizaje de este
tipo de señales (procesamiento de la información) y favorece la creación de una
red de relaciones entre los distintos miembros del equipo que permite que la
acción de todos converja en la estrategia colectiva. Este es el modelo, por
ejemplo, en el que se basa el posicionamiento en zona.
El fútbol nace del cerebro, no de los pies. En la defensa en
zona el jugador tiene que pensar. En el marcaje hombre a hombre, lo que manda
es la fuerza o habilidad individual; en el marcaje en zona, es la inteligencia
la que manda.
Encajar en un mecanismo general depende de dos niveles. Un
primer nivel técnico – táctico. (Si un jugador juega como central, debe saber
cómo actúan los compañeros y rivales situados en posiciones más cercanas). Un
segundo nivel más importante que consiste en “sentir el conjunto” para poder
participar en las emociones colectivas, como por ejemplo la alegría de ganar o
el miedo a perder. Solo se puede conseguir este segundo nivel emocional si se
es capaz de actuar a la vez como individuo y como parte de un organismo
superior, el equipo.
El valor más importante de la consciencia es que permite al
jugador inventar soluciones nuevas ante distintos problemas. Si el jugador
renuncia a la consciencia y se acomoda a que sea el entrenador el que de las
soluciones, el futbolista no se preocupará por buscar una solución que le
permita jugar cada vez con más eficiencia en un sistema complejo completamente
hostil (partido de fútbol).
Toda esta inventiva o creatividad requiere consciencia. Sin
consciencia no hay creatividad, no hay mecanismo de relación social, no hay
talento, no hay inteligencia colectiva.
No hay motivo para creer que la expresión individual
contradiga a la expresión colectiva. La expresión individual será incluso más
notable si la colectiva lo es. El caso de Leo Messi y la diferencia de
notoriedad que tiene en su club respecto a la selección nacional, representa un
claro ejemplo.
La notoriedad colectiva permite que la expresión individual
alcance su mayor nivel. Por eso una identidad colectiva consolidada no debe
anular las habilidades de sus miembros, sino resaltar sus destrezas y limitar
sus debilidades.
Los parámetros de la estrategia en el terreno de juego son
bastante lógicos. Observamos cómo están situados los jugadores (tanto los
compañeros como los rivales). Quién domina el centro, quien controla el
espacio. Con frecuencia se podría hablar de una especie de armonía. Los
jugadores se posicionan en las zonas donde pueden ser más eficaces, donde
esperan poder desarrollar su máximo potencial. Nunca debe estar en una posición
inadecuada. La estrategia consiste en mejorar su posición para que tenga las
máximas opciones de desarrollo potencial.
Los equipos suelen utilizar en mayor o menor medida la
creatividad individual de sus componentes. Sin embargo, lo que resulta difícil
es utilizar la creatividad colectiva. La organización colectiva ofrece un
abanico de posibilidades diferentes a cada miembro del sistema (equipo). En el
campo, cada jugador es el único responsable de sus actos, de tomar decisiones.
El jugador tiene que analizar muchas posibilidades. En esas
posibilidades que surgen, es necesario que los demás participen. A mayor
participación, mayor complejidad en el juego.
Finalmente el jugador debe tomar una decisión determinada.
Si la situación es sencilla, se puede tomar de forma completamente consciente y
podríamos decir que se hace de forma progresiva, usando los conocimientos y la
lógica. Pero cuando aumenta la complejidad, es curioso observar como el jugador
se dirige hacia dentro, entra en un espacio no consciente. Curiosamente, el
espacio no consciente, al no estar controlado por la atención, ofrece más
capacidad (tiene más sitio para incluir la complejidad). Y cuando finalmente
tomas la decisión, siempre y cuando se haya entrenado en un sistema complejo,
das preferencia a unas acciones frente a otras de forma casi inconsciente. Las
emociones funcionan con facilidad en este espacio no consciente y terminan
ofreciendo una solución acertada. El jugador se sumerge en esa especie de zona
no consciente y se mueve casi por intuición, generando soluciones instantáneas.
Lo interesante de estos reflejos o respuestas intuitivas, es
que se activan los circuitos que hacen que la mente disponga de más tiempo
libre para poder tomar decisiones más sutiles, como por ejemplo la
sincronización de una serie de acciones. El entrenamiento integrado prepara a
los jugadores para hacer lo mejor en cada acción individual en este tipo de
entornos complejos.
Cuando se habla de espacio no consciente o emocional, la
gente suele creer que se trata de un proceso emocional básico en el que no se
requieren conocimientos ni lógica. Pero eso no es así, se necesitan
conocimientos, se necesita aplicar la lógica, se necesita la repetición de
reflexionar sobre las decisiones, se necesita el entrenamiento por repetición.
Cuando dos equipos se enfrentan en un partido, a los dos
sistemas les mueve el mismo propósito: mantener su estructura en orden y crear
el caos en la contraria. Los dos sistemas están necesariamente unidos entre sí,
pero lo relevante es saber cómo se adaptan estos sistemas complejos a las
restricciones del entorno en el que están.
La gran fuerza de los sistemas complejos y a la vez su
debilidad es estar constantemente sujetos a las normas que los crean. Para
mantenerse a lo largo del tiempo deben encontrar un delicado equilibrio entre
afirmar su identidad y adaptarse a un entorno antagónico. Esta regulación
constante establecen los principios de la evolución. Individuos diferentes
interactúan entre ellos, individuos diferentes dependen los unos de los otros,
individuos diferentes luchan por los mismos recursos. Si uno de ellos
evoluciona, los otros están obligados a seguirle (también tienen que
evolucionar), todos están en lucha permanente y solo los mejores permanecen.
Los sistemas se esfuerzan por expresar su identidad entre el
orden y el caos. Su confrontación es un drama constante interpretando la
búsqueda de la armonía. Lo que llamamos sentido de armonía y resolución está
muy ligado a un estado en el que el cuerpo funciona de forma eficaz, constante,
sin consumir demasiada energía, sin impedimentos. Esa armonía es
contagiosa y es el principal valor añadido que aporta la inteligencia
colectiva.
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