"UN SINDICATO, UNA UNIVERSIDAD, UNA CIUDAD O UN PAÍS ENTERO".
Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) abandona
la consola donde avanzaba o retrocedían sus pasos sobre una pirámide. El tiempo
le importa. El suyo y el del resto. Conoce con profundidad aquello que el
emblemático locutor mexicano, Fernando Marcos, cantaba en la recta final de un
partido: “El último minuto también tiene sesenta segundos”. Alto, delgado, de
pasos ligeros pero contundentes, deja el resguardo de la muralla para pisar una
cancha conocida: la entrevista. En la Ciudad de México el reloj pasa de las
siete “en punto” y Villoro está listo para conversar con ‘Líbero’ en los
estudios de postproducción de televisión donde trabaja.
Mariana Linares - México DF
21/09/2013 -
El escritor Juan Villoro durante la
entrevista. Alejandro Icaza
Habla, escribe, padece, compadece de
fútbol. ¿Dónde está el origen de tanta esta pasión?
El fútbol representó para mí un deseo de
pertenencia. En la infancia viví en un barrio donde todos eran del Necaxa, un
equipo pintoresco que, originalmente, pertenecía a un sindicato de electricistas.
El Necaxa era una escuadra no muy fuerte, bohemia, gitana, que podía ganar ante
el Santos de Pelé o perder contra el último de la tabla, pero hizo que un grupo
de personas de la colonia se convirtiera en ferviente seguidor. Aficionarme al
Necaxa fue pertenecer al barrio y a mi propio país. Hasta la fecha soy de este
equipo porque es imposible cambiar o negar la infancia, es la única traición
que no puedes hacer en la vida.
Tras su divorcio, mi padre pasaba a por mí los
domingos y no sabía qué hacer conmigo. Me llevó al zoológico, al cine y,
finalmente, al fútbol. Para él, resultó la mejor manera de entretenerme y para
mí, la grata sensación de formar parte de un colectivo. Quizás, si no hubiera
sido hijo de divorciados no habría ido a tantos estadios en mi infancia. Veo al
fútbol como ese deseo de integración. También jugué mucho fútbol, lo que me dio
un sentido de pertenencia. No tuve las facultades para seguir como profesional
pero estuve en la antesala, y ésa idea de grupo fue esencial para mí en un momento
donde me sentía muy al margen del entorno.
En 1998 pasó una temporada de intensidad
literaria dentro de un estadio. ' La Jornada'
le envió a cubrir el Mundial de Francia donde escribió la columna ' Dios
es redondo' . Luego lo hizo libro. Al hacer cuentas, lleva casi 50 años
rodeándose de aficionados. Sabe de estadios, de puntos de vista dentro de
ellos, de las miradas que no mira la televisión durante la transmisión de un
partido. ¿Qué lugar ocupa cuando acude a un estadio?
En un estadio el mejor lugar es, simplemente,
el que encuentres. Si se trata de elegir, me gusta estar en el segundo piso
cerca del córner, orientado hacia una portería. Aclaro que no es un lugar
totalmente en la esquina, si no aquel ubicado en el pico del área grande viendo
esa portería y con perspectiva hacia la otra portería. Sin embargo, nada
sustituye la visión en un estadio. En un estadio es muy importante percibir el
juego donde no está la pelota y la televisión es esclava de la pelota: narra el
mundo de acuerdo a la situación de la pelota. Hay muchas cosas que pasan en la
cancha, como movimientos, desplazamientos, tácticas, huecos que se abren, que
no tienen que ver con la situación de la pelota y eso solo puedes verlo en un
estadio.
"Mi equipo de la infancia juega en
Aguascalientes y lo apoyan los japoneses, una extravagancia monumental”.
¿Su momento más incómodo dentro de un
campo?
La violencia siempre te incomoda. Por ejemplo,
recuerdo la presencia de los 'hooligans' en el Mundial del 90, o broncas
fuertes que he vivido en estadios en México –en general, son bastante
tranquilos–. Me tocó entrar al estadio de Boca Juniors muy cerca del túnel por
el que entraban los jugadores del River Plate. Es una locura la agresión con la
que los reciben: les tiran llaves, candados, piedras. Me impactó mucho.
¿Y cuando no puede estar dentro?
Cuando hay un partido que me importa, aparto
el momento del día para concentrarme en ello y sintonizarlo. Me gusta mucho ver
el fútbol con amigos, aunque eso signifique una enorme prueba de amistad. No
tienen que ser espectadores especializados pero sí con el mismo tipo de
compromiso. Si juega el Necaxa o el Barcelona hay un partidismo personal muy
fuerte y prefiero ver el encuentro con los de mi equipo que con adversarios.
Detesto ver un partido con alguien que se dedica a tratar de desmitificar el
fútbol –tarea bastante inútil, por cierto, porque el fútbol es el principal
entretenimiento del planeta–. Son este tipo de personas que se pasan de inteligentes
y quieren demostrarnos que somos unos imbéciles viendo el partido y hace bromas
como: "¿Quién está jugando?", cuando van 42 minutos de juego o
"¿Quiénes son los blancos?", para minimizar lo que sucede en la
cancha.
" El hincha puede pertenecer al género
de los ardientes, los melancólicos, los cardiacos o los nostálgicos, pero ante
todo y en forma sorprendente es alguien que se resigna" , escribió
en ' Dios es redondo' . ¿Qué tipo de aficionado es usted?
Uno que se enoja y se frustra mucho.
"Mejor no le hablamos a papá", dice mi hija cuando escucha que le
empataron al Barcelona; pero si ve que éste gana me pide el regalo que me
pensaba pedir y yo, naturalmente, se lo doy. Es extraño como el destino de una
persona, pretendidamente racional, depende de lo que pasa en el juego. Sin
embargo, ser aficionado al Necaxa te vuelve tolerante a la frustración. El
equipo ha desaparecido dos veces de primera división, lo compró el América, el
antihéroe del fútbol mexicano porque, en parte, le pertenece a Televisa –que es
como la fuente del mal en la comunicación en México–, y se lo llevaron para
Aguascalientes, que es como irse a la Patagonia. Además, su afición ahora es
japonesa porque allí está la planta de autos Nissan más grande de América
Latina. En resumen: mi equipo de la infancia juega en Aguascalientes y lo
apoyan los japoneses, una extravagancia monumental. Pero, lo dicho: no puedo
abjurar de ese equipo.
Tampoco abjura del fútbol como un asidero a
la realidad, la suya y la colectiva. " El
fútbol es, en sí mismo, asunto de la palabra" , escribió. ¿Qué
otros asuntos hacen que el fútbol sea tan seductor ?
Por un lado, la recuperación voluntaria de la
infancia: regresar al niño que eras a partir de la emoción que te vuelve a
provocar un partido de tu equipo. Por otro, la recuperación del pasado
colectivo: el origen de lo que fuimos como especie, la tribu del comienzo con
sus caras pintadas, consignas extrañas, banderas y que se ordena para combatir
por la misma causa. Otra de las cosas esenciales para preservar la pasión por
el fútbol y justificarla es la democracia física que implica: cualquiera puede
jugarlo y el mejor jugador, rara vez, es un atleta consumado. El fútbol es uno
de los pocos deportes que admiten el empate. Incluso el empate a cero, que
parece un no resultado, una performance, arte conceptual, una puesta en
escena del vacío, puede ser uno de los mejores partidos. El hecho de que los
aficionados podamos resignarnos a ése marcador, es extraordinario. Además, el
fútbol es el deporte más injusto de todos. El hecho de que el árbitro sea un
pobre hombre que trata de soplar la justicia como puede –a veinte metros de la
jugada, con la vista bloqueada por un jugador, palpitaciones, sudoroso– y, en
un segundo, decidir el destino es la mayor representación de la fatalidad
humana. La vida está llena de arbitrariedades y el futbol, también.
" Cuando los héroes numerados saltan a
la cancha, lo que está en juego ya no es un deporte. Alineados en el círculo
central, los elegidos saludan a la gente. Sólo entonces se comprende la
fascinación atávica del fútbol. Son los nuestros" , escribió en el
libro ' Los once de la tribu' . ¿Qué se pone en juego además de
una pelota?
El fútbol es un espejo acrecentado de la
sociedad. Refleja de manera dramática y hasta desmesurada lo que somos como
sociedad. Es una caja de resonancia de todo lo que sucede. No es casual que
haya habido brotes de insurrección en los estadios, que se expresen conflictos
sociales o se manifiestan atrocidades como la xenofobia, el racismo, el machismo.
Es inevitable, pero no es positivo. La política también se expresa con fuerza
en los estadios, inclusive en países que uno entiende como avanzados en lo
cultural, como Italia, donde el dueño y presidente del Milan se convirtió en
presidente de la República por su éxito en el fútbol y por utilizar lemas del
fútbol. Lo que ocurre en la cancha debe ser más importante que lo que ocurre en
las tribunas. Pero los estadios, y eso lo vio muy bien Elías Canetti, son
espacios donde la masa se ve y contempla a sí misma, y es consciente de su
propia fuerza.
Pelé, Didí, Di Stefano, Zidane, Ronaldo,
Ronaldinho. Los conoce a todos. Los ha perseguido con la mirada y con las
palabras. A Diego Armando Maradona, inclusive, ya le escribió un obituario
publicado en la revista colombiana ' SoHo' .
¿Qué significa ser futbolista?
Los futbolistas, cuando están en la cancha,
representan lo que nosotros delegamos en ellos: un sindicato, una universidad,
una ciudad o un país entero. Es lo más importante que puede tener el fútbol
como delegación emocional y que también lo convierte en algo irrenunciable.
Cualquiera puede ser futbolista si encuentra una habilidad peculiar, una
picardía que lo distinga. Alguien puede ser regordete, y ser Maradona; o
espigado y no muy fuerte, y ser Beckenbauer. El futbolista debe saber cuál es
su habilidad, desarrollarla y capitalizarla. Eso es lo que los convierte en
héroes homéricos. Por ejemplo, Jorge Valdano dice que nunca supimos si Hugo
Sánchez podía driblar o no porque jamás lo intentó, no trató de hacerlo, no se
metió en ese problema pero se dedicó a perfeccionar la tijera. Lo mismo Beckham
con su tiro a balón parado o Maradona y sus caracoleos.
El futbolista completo no existe, no hay
atletas del fútbol –aunque sí casos excepcionales, como Cristiano Ronaldo–.
Nadie que mida un metro cincuenta podrá ser jugador de baloncesto, nadie que
pese sesenta kilos podrá jugar fútbol americano pero cualquier persona con
estas características puede ser una estrella del fútbol. Por ejemplo, tú ves a
Iniesta en la calle y no piensas que es un atleta, cuando se trata de un genio
del fútbol.
¿También cualquiera puede ser aficionado?
Cualquiera que tenga buenas pasiones puede ser
aficionado. Eso sí, hay que tener capacidad de entregar la emoción en el nombre
de un equipo, la vocación para resignarse y la lealtad a los colores. No todo
el mundo está dispuesto a ello. Escoger un equipo también te templa el
carácter. Si tú has escogido un equipo al que le puede pasar cualquier cosa
tienes muchos anticuerpos contra la adversidad. En México, por ejemplo, el
aficionado necesita una capacidad de autoengaño bastante alta. Los mexicanos
somos expertos en ello porque la ilusión es más grande que la realidad y
pertenecer a una horda futbolística tiene que ver con refutar la evidencia, el
resultado. El aficionado mexicano ha hecho más esfuerzo y ha estado por encima
de la propia Selección Nacional.
El equipo mexicano del Necaxa tiene una
afición japonesa; la mayoría de los hinchas del Barcelona viven fuera de
España. ¿Cómo se han modificado las identidades y las pertenencias en el
fútbol?
En el fútbol hay identidades locales y
globales. Con la televisión vía satélite surgió la posibilidad de ver las
mejores ligas del mundo, lo que generó una vocación global por el fútbol y
fenómenos de identidad que no se habían visto antes. Pero nunca será lo mismo
cantar el himno para un catalán dentro del Camp Nou que para un aficionado de
cualquier otra parte del mundo.
¿A quién le canta la afición española?
La afición española está muy partida: disfruta
mucho más los grandes triunfos de sus equipos que de los triunfos de la
Selección. No ha habido en el imaginario español una extraordinaria pasión por
la Furia, como antes se le llamaba, o La Roja, como se le llama ahora –en una
expresión más políticamente correcta–. La actual Selección de España está
conformada por una extraordinaria generación de futbolistas que la han llevado
a ganar dos veces la Copa de Europa y un Campeonato Mundial de Fútbol, y ha
reinventado el estilo de juego siguiendo, sobre todo, el esquema del Barcelona.
Además, es un equipo muy simpático, sin estrellas ni protagonismos, conformado
por jóvenes de clase media, bastante solidarios, igualitarios y sin prejuicios.
Es una representación de la sociedad española en sus mejores aspectos y del
espíritu de España, en su conjunto. Sin embargo, al aficionado español siempre
le gustará más que gane el Real Madrid, el Athletic de Bilbao o el Betis.
¿Qué hace diferente a la Liga española?
En el caso de la Liga de España se trata de un
torneo entre dos –ahora hay un tercer contendiente que es el Atlético de
Madrid, gracias al 'Cholo' Simeone–. Después de ellos, en la parte baja, hay
mucho más emoción porque todo puede suceder. Se trata de ocho equipos que
realmente se están jugando la vida. La Liga española ha seguido demasiado los
flujos del dinero, entonces hay jugadores como Cristiano Ronaldo que valen más
que todo un equipo de la misma liga. Se pueden hacer planes a largo plazo, los
clubes pueden tener una política congruente con sus propios fines, pero el gran
problema es el desnivel de recursos entre unos clubes y otros, y que no hay
topes ni regulación para estos gastos. La desproporción que hay entre los
planteles hace que sea imposible la competitividad real, y eso es un desastre.
¿Y la mexicana?
El gran problema de la Liga mexicana es que la
televisión es quien decide el fútbol, y por eso crea mini campeonatos. Las
liguillas se fomentan para que haya una sensación de apremio y de
competitividad extrema, son torneos de eliminación directa muy emocionantes
pero impiden planes a largo plazo, trabajar con la cantera o probar jugadores.
Los jugadores se vuelven muy resultadistas y los entrenadores que pierden tres
partidos seguidos en un torneo corto tienen que hacer las maletas. No hay
consistencia. Todos los técnicos de la Selección Nacional, desde hace diez
años, han pedido que se regrese a los torneos largos para que se generen planes
a largo plazo. Sigue sin suceder. Tampoco hay estabilidad en los equipos. En el
futbol mexicano es muy raro el equipo que gana dos torneos seguidos, lo normal
es que el equipo campeón tenga problemas en la siguiente temporada. Los
jugadores llegan con altibajos y no se sabe quién es el que va a jugar bien o
mal.
Cristiano Ronaldo es " extraordinario" ; Lionel Messi, " un
niño que juega maravillosamente bien" ; Iniesta, " un
genio" . ¿Y Javier Hernández, ' El Chicharito' ?
'El Chicharito' pasa por todos los avatares de
un futbolista que no es un superdotado: tiene enorme sagacidad, con muy buena
suerte –cosa que debe acompañar a un delantero centro– y, por momentos, con sus
dificultades. Tiene suficiente calidad para salir adelante. Es muy buen
futbolista, lo ha demostrado. Habrá que ver si se puede acomodar en el
Manchester United, un equipo de altísimo rendimiento. Lo que está en duda en su
permanencia. Probablemente es un futbolista que rendiría mejor en un equipo
donde fuera más útil y pudiera jugar con mayor regularidad.
¿Qué letras sobre fútbol recomienda?
'Fútbol a sol y sombra', de Eduardo
Galeano; 'Fútbol: una religión en busca de un dios', de Manuel Vázquez
Montalbán; la novela 'Soñé que la nieve ardía', de Antonio Skármeta;
el cuento 'Puntero izquierdo', de Mario Benedetti; los libros que, desde
el conocimiento del fútbol, ha escrito Jorge Valdano. Desde el punto de vista
periodístico, me gustan mucho las 'Historias del calcio', de Enric
González; 'Boquitas', la biografía del Boca Juniors, que escribió Martín
Caparrós; las crónicas de Santiago Segurola y Nelson Rodríguez, quien bautizó a
Didí como "el príncipe".
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