Pensar sistémicamente
para comprender: (Extracto del capítulo 4 del libro “La preparación física del
fútbol contextualizada en el fútbol).
“Ningún
ser humano es una isla en sí mismo; cualquier ser humano forma parte del todo.
La muerte de cualquier persona me disminuye porque yo tengo un vínculo con la
humanidad, así pues, no preguntes por quién doblan las campanas; doblan por
ti”. Jhon Donne (Poeta Inglés S.XVI).
Si
como expone Johann Goethe para poseer algo debemos de comprenderlo, nos vemos
en la obligación de ahondar y profundizar en el complejo funcionamiento del
juego si queremos llegar a entenderlo hasta tal punto que podamos transferirlo
de una manera significativa a nuestros jugadores.
Esta
aproximación a la realidad descontextualizada es una visión parcial que no
garantiza la comprensión real del fútbol porque no tiene en cuenta que estamos
ante un sistema que se comporta de una manera no lineal e imprevisible dentro
de un medio abierto en el que influyen las relaciones que se dan entre los
participantes y el entorno y en el que la mejora de cada una de sus partes no
se puede alcanzar de manera independiente al resto. Para Capra, F (2007), al
asentarse este paradigma en un pensamiento analítico, divisionista y mutilante,
se torna en una herramienta débil para explicar los grandes problemas que se
dan en los seres vivos puesto que fragmentar las partes no solo implica separación,
sino también la anulación de sus propiedades.
En
contraposición a este pensamiento reduccionista, se presenta la visión
sistémica, el enfoque totalizador, la perspectiva de la realidad. Para Osorio,
J.C (2007), una aproximación al conjunto, un conocer los elementos y las
relaciones existentes entre ellos (acercarse a la realidad como un todo, es
decir, los elementos, las relaciones y el entorno en el cual se encuentran).
Pensar
en sistemas conlleva entender que absolutamente todas las cosas están interrelacionadas;
es saber que formamos parte de un gran sistema que es el todo y que este está
formado a su vez por varios subsistemas cada uno con su propia dinámica y
estructura. No existen partes ya que se trata de una gran red (sistema) que
alberga multitud de redes (subsistemas) interconectados entre sí. Las dos propiedades principales que se dan en
un sistema son en primer lugar la sinergia, y en segundo lugar y derivada de
esta, la emergencia. (O´Connor,J y McDermott,I, 1998) La sinergia es la
característica que hace que un sistema se diferencie de un “montón” o “conglomerado”
de elementos y en base a la cual, el todo es diferente a la suma por separado de
las partes; su explicación por tanto no puede vislumbrarse si no tenemos en cuenta
las relaciones existentes entre las partes. Esta relación e interacción entre
las partes genera propiedades que no existían antes, propiedades que no se dan
en sus componentes y que en consecuencia son nuevas e impredecibles, son las
llamadas propiedades emergentes del sistema (emergencia). Inspirados por
Osorio, J.C (2007), nos serviremos de un ejemplo gráfico para facilitar la comprensión
del pensamiento sistémico y sus propiedades.
OBSERVEMOS ESTA IMAGEN:
A
simple vista se puede vislumbrar una composición de 24 imágenes en las que
fácilmente reconocemos ciertas acciones o personajes, pero que en un principio
las mismas tienen poco sentido y significatividad. La poca información que
sacamos de la imagen se debe a lo que cada una de las partes desprende y nos
aporta por separado, así, las partes no parecen tener ningún orden especial,
por lo que podemos estar de acuerdo en que si modificamos la posición de alguna
de ellas, la imagen seguirá teniendo la misma relevancia. Estaríamos ante un conglomerado,
o conjunto de elementos inconexos.
Pasemos ahora
a observar una segunda imagen:
Podemos
presenciar como los mismos 24 elementos anteriores se han interrelacionado bajo
un contexto común y han pasado a aportar significancia a lo que estamos viendo,
es decir, sus partes se han unido para funcionar como un todo diferente a la
suma por separado de sus elementos (sinergia) y con propiedades diferentes a
las que existían anteriormente en las partes (emergencia de la imagen de una
acción ofensiva durante un partido de fútbol). En este caso, si modificamos la
posición de alguna de las imágenes sí que alteraremos el funcionamiento y
comportamiento global, de lo cual se desprende que la ubicación de cada una de
las piezas con respecto a las otras es fundamental. Estaríamos en este caso
ante un sistema nacido de la unión y relación de varios subsistemas.
Ante
todo lo expuesto, la contextualización del fútbol requiere como señala Morín (1990)
de “un paradigma que pueda distinguir pero sin desarticular, asociar sin identificar
o reducir”, y que entienda al sistema como la asociación de varios subsistemas
interconectados, en el que la mejora de uno vaya supeditada al desarrollo de
otros, respetándose de esta manera el principio inquebrantable del juego. “Cuando
diseñamos un sistema orientado hacia la mejora de un elemento determinado,
todos los subsistemas que se encuentran
comprometidos en la ejecución original deben de ser movilizados simultáneamente.
Aunque hagamos series y repeticiones de una determinada forma (predominio de un
subsistema) las demás estructuras deben estar presentes en esta.
¿De
qué le sirve a un delantero disponer de una reserva de velocidad amplia para llegar
el primero a la zona del espacio pretendida si no es capaz de identificar el desplazamiento
de los oponentes y los compañeros y la trayectoria del balón y percibir así la
infracción que está cometiendo? (Situación
de fuera de juego)”(Lago,C;2002).
Teniendo
en cuenta lo citado, y aunque en determinado momento queramos priorizar un subsistema
sobre el resto, la metodología contextualizada sistémica tratará de estimular
todos los subsistemas de manera conjunta y simultánea (coordinativo, cognitivo,
condicional, socio-afectivo, emocional) consciente de que es el único camino
para lograr una eficacia global del jugador en el juego.
Edgar Morín
Por
Pedro Gómez Piqueras.
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