Krzyzewski, capitán del ejército, ha impuesto el orden
militar para domar los EGOS en EEUU
JUAN MORENILLA Barcelona
Mike Krzyzewski da instrucciones en el EEUU-Ucrania. / EFE
A Mike Krzyzewski (Chicago, 1947) le molestan los intentos
de pronunciar su apellido correctamente. "Si no sabes cómo me llamo, me
voy", dice muy serio. Las consonantes se amontonan en ese nombre familiar
de ascendencia polaca, heredado de unos abuelos maternos que emigraron a
Pensilvania. "Llámame Coach K", zanja a modo de orden. El apodo no es
solo la mejor solución para evitar cabreos. Funciona también como un sello, la
marca de un entrenador forjado en la disciplina militar.
En su mente, Coach K
equivale a un rango, lo mismo que si le dijeran Sargento Krzyzewski. Por
cierto, se pronuncia Sha-shef-skee.
El orden y el trabajo son los valores que ordenan la
personalidad de Coach K, un carácter que ha impregnado en las sucesivas
selecciones estadounidenses que ha dirigido.
El gran reto de Krzyzewski ha sido
gestionar y moldear un vestuario rebosante de estrellas que se miran unas a
otras recelosas de su protagonismo. Como él dice, construir un "ego
colectivo" en lugar de juntar muchos egos sueltos. "Es una cuestión
de demostrar personalidad. Hemos avanzado en la creación de un ego colectivo.
No hay ningún jugador que diga al resto cómo hay que jugar. Es un grupo fácil
de llevar y que deja ser entrenado. Todos saben cómo pienso. Para ganar
tienes que tener un plan. Ese plan es lo primero. Pasa por trabajar todos
juntos y mantenernos orgullosos, cumplir con lo pactado. Si no te mereces ganar
eres tú el que te derrotas a ti mismo", resume su filosofía, al estilo de
las frases que deja en Twitter.
Krzyzewski, que tiene tres hijas y nueve nietos, es una
figura tan autoritaria como paternal. Siendo el entrenador más veterano del
Mundial, con 67 años (solo 11 días mayor que su amigo y compatriota Mike
Fratello, preparador de Ucrania), dirige al equipo más joven, 24 años de
media. En los entrenamientos es habitual verle con las manos en la cintura,
como el oficial que mira a los soldados hacer flexiones o arrastrarse por el
fango.
Esa mano dura fue la que compró la federación estadounidense, USA
Basketball, para "restablecer" la hegemonía tras el bronce en los
Juegos de 2004 y su papel de "embajadores de Estados Unidos y del
deporte". Reclutó en 2006 a Krzyzewski para formar un equipo y Coach K ha
recobrado el camino al trono: oro del FIBA Americas 2007, dos oros olímpicos
(2008 y 2012) y un oro mundial (2010). Desde que hizo suyo el grupo, EEUU solo
ha perdido un partido,las semifinales mundialistas de 2006 ante Grecia (101-95).
Una derrota por 72 victorias entre encuentros oficiales y de preparación, 60
triunfos seguidos desde aquel resbalón.
Krzyzewski felicita a Faried tras el partido contra Ucrania.
/ AP
Cada convocatoria es una mutación. Del último equipo
olímpico solo repiten Davis y Harden. Del mundialista, Rose, Curry y Gay. El
baile de caras ha aumentado el papel de Krzyzewski como pegamento entre tanto
cambio. El técnico ha martilleado a cada plantilla para que asuma labores
colectivas y suene como orquesta y no como solistas, una tarea más fácil cuando
escuchan gente como Cousins o Curry que con LeBron y Kobe.
Para interiorizar la
lección, es habitual que Coach K organice visitas a alguna academia militar.
Eso le sirve para remachar la idea de que Estados Unidos acude a unos Juegos o
un Mundial en misión especial, como si fueran un comando enviado a territorio
enemigo. "No hay honor más grande que defender a tu país", dijo
cuando renovó el contrato hasta 2016.
Coach K llegó al rango de capitán en la academia militar de
West Point, en Nueva York. En sus años en el ejército jugó al baloncesto y ganó
un torneo en el Madison Square Garden. Luego aprendió del mítico Bobby Knight y
enfocó su carrera al entrenamiento universitario. Es una leyenda en Duke, cuyo
enorme anillo luce en la mano derecha y a cuyo equipo entrena desde hace 34
años, con un 78% de victorias. Nadie tiene más triunfos en la Liga
universitaria, un mundo en el que ha preferido ser el número uno en lugar de
probar en la NBA cuando Celtics, Portland y Lakers le han tanteado.
En 2001 entró en el Salón de la Fama del baloncesto y ha
trabajado con 13 selecciones estadounidenses en varias categorías, con nueve
medallas de oro. Estos días recuerda cuando en 1992 era asistente de Chuck
Daly en el dream team, un verano del que conserva la canción Barcelona de
Freddie Mercury y Montserrat Caballé como una de sus preferidas. "Éramos
como los Beatles, como los Stones. Parecíamos un grupo de rock", dice.
Ahora son un batallón a las órdenes de Coach K. elpaís.es
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