Del
libro: Filosofía del fútbol.
De:
Manuel Sérgio - profesor Catedrático de la Facultad de Motricidad Humana.
Autor y
co-autor de 37 libros y teorizó, la ciencia de la motricidad humana.
El
fútbol como azote metodológico (José Mourinho), donde el método es el de la
complejidad; donde en la preparación física, técnica, táctica, psicológica,
todo se subordina al modelo de juego.
La forma
no es sólo física. Por eso, existe, seguro, la necesidad de un preparador
físico? ¡O de un metodólogo del entrenamiento, donde todo se relaciona con
todo? En una carta, a los jugadores del Chelsea, Mourinho escribió, al llegar a
Stamford Bridge: “A partir ahora, cada
ejercicio, cada partido, cada minuto de vuestra vida tiene que centrarse en el
objetivo de ser campeón”. ¡Con qué objetivo? ¡La inmortalidad! Si morir tuviese
algún interés, los dioses no serían inmortales.
La
funcionalidad de la complejidad. El deporte como ontología relacional que debe
convertirse en praxis. El deporte como como comuniocentrismo, como
trascendencia en equipo. Hay que tener en cuenta, en la funcionalidad de la
complejidad, los aspectos cuantitativos y los aspectos cualitativos. Sin
dispensarlos, porque son herramientas de diagnóstico, el fútbol no es
reductible a los datos cuantitativos. Para operacionar la complejidad, es
necesario aprender a pensar de forma relacional. Lo simple no existe. En el
entrenamiento físico, por ejemplo, han de estar presentes las dimensiones
técnicas y tácticas y psicológicas y morales.
La
velocidad, la resistencia, la fuerza, la flexibilidad, la impulsión, etc, las
cualidades físicas, han de observarse contextualizadas, a la luz de la lógica
de todo, o del modelo de juego y de los objetivos que él supone. La causalidad
clásica era lineal, mecánica, determinista. La causalidad compleja no es lineal
sino relacional. La complejidad obliga al entrenador a unir y a no separar,
dado que un todo organizado dispone de propiedades, incluso hasta el nivel de las
partes, que no existen en las partes aisladas del todo. “Son propiedades
emergentes”. (Edgar Morín, Ciencia com Consciencia, Bertrand Brasil, Río de
Janeiro, 2005).
Un
equipo de fútbol es un sistema de sistemas y, de ahí, que la lógica del juego
sea también su ilogicidad, fractalidad, imprevisibilidad. Además, un equipo
debe prepararse a nivel de la complejidad para lo imprevisto, típico de un
sistema abierto. Y tan abierto, que a veces, pienso si la ciencia del fútbol,
como de cualquier otra modalidad deportiva, no será la ciencia del caos. Cuando
el árbitro pita y el partido comienza, se abre un campo de tantas posibilidades
donde todo aparece más allá de lo físico y de la técnica y de la táctica. De
hecho, en esa altura, el fútbol es multidimensional y parece nacer, en él, una
ciencia aún por descubrir.
El
fútbol nos dice, que el ser humano, cuando quiere trascender y trascenderse,
nunca es un dato, sino una tarea a cumplir… en grupo. El fútbol permite al
futbolista la aprensión de sí mismo en el otro y del otro en sí. De ahí que el
gran jugador se debiese distinguir por ser hombre, antes de ser jugador.
“Como
dice mi amigo Angel Ruocco, es eso lo
que el fútbol tiene que mejorar: su persistente capacidad de sorprender. Por
más que los tecnócratas lo programen hasta el más mínimo detalle, por mucho que
los poderosos lo manipulen, el fútbol sigue queriendo ser el arte de lo imprevisto. De donde menos se espera
llega lo imposible, el enano da una lección al gigante y un negro esmirriado y
de piernas torcidas hace del atleta esculpido en gracia un tonto”. (Eduardo
Galeano, futebol, sol e sombra, p. 180).
Un perfeccionista como Tele Santana, que preparaba los partidos hasta el último
detalle, también sabía que el gran jugador es el creador de lo inesperado. Por
eso, tenía un respeto reverente por el jugador- artista.
“Es
evidente que José Mourinho y Guardiola, Cristiano Ronaldo y Messi, en
circunstancias favorables, pueden hacer del Real Madrid y del Barcelona dos
clubes-vencedores inigualables. Concentrémonos, en los entrenadores: Mourinho
es un sentidor de la filosofía, es un romántico; Guardiola es un filósofo que
siente, es un clásico. Trabajo con Jorge Jesus, entrenador del Sport Lisboa y
Benfica y también descubro en él el amor de la razón”. (el amor intellectualis,
citando a Spinoza).Y veo, en su vida profesional, un perenne diálogo entre la
razón y la emoción. Quién dice razón dice norma y permanencia; quién dice
emoción dice el ppotenciamiento de la vida como arte y devenir. Mourinho,
Guardiola y Jorge Jesus: tres profesionales con un modo de sentir el fútbol
donde hay ciencia y arte, donde existe la ingenuidad del creyente y la ironía
de la razón. Indiscutiblemente, tres grandes entrenadores de fútbol.
¿Y Vicente
Del Bosque? Parece cumplir, a la perfección, las funciones de un entrenador de
la primera mitad del siglo XXI: no es un intelectual engagé, con métodos
indiscutibles, pero un líder que crea espacios para que los jugadores sean iguales
a ellos mismos. Vicente Del Bosque nunca será mitificado – ¡piensa más en los
jugadores que en él mismo!
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