“Soy un anarquista
conservador”.
Un chico de 15 años le pidió al escritor en 1982 una cita
para un trabajo de la escuela y para su sorpresa se la concedió. Ahora, 30 años
después de la muerte del escritor de 'El Aleph', aquella entrevista sale a la
luz.
CLAUDIO PÉREZ MÍGUEZ
Madrid 16 JUN 2016 -
Claudio Pérez Míguez y Jorge Luis Borges, en 1982, en Buenos
Aires.
Cuando cursaba el tercer año de la escuela secundaria, en
Don Bosco, partido de Quilmes, en la provincia de Buenos Aires, con quince años
de edad, la profesora de literatura, una española llevada de pequeña a
Argentina y muy admiradora de la obra de García Lorca, Josefa Iglesias de
Fanelli, pidió como trabajo práctico que eligiéramos a alguien para hacerle una
entrevista.
La literatura y la figura de Borges, tan controvertida en la
Argentina de aquellos años, ya había llamado mi atención, por lo que tuve la
idea de hacerle a él ese reportaje. Ni yo ni mi entorno próximo teníamos
contactos literarios, por lo que pensé ver si encontraba su número en la guía
telefónica. Buscando por Borges, encontré que estaba, todavía, a nombre de su
madre, Leonor Acevedo de Borges, que ya había muerto. Aún recuerdo el número:
42-2801. Inmediatamente llamé, me atendió Fanny Úbeda, la señora que se
encargaba de la casa, y me dijo que Borges estaba de viaje.
Como el plazo para la entrega del trabajo transcurría,
buscamos a otras personas para cumplir con la tarea, pero cuando faltaban dos
días, se me ocurrió intentarlo de nuevo. Me volvió a atender Fanny, y cuando yo
esperaba hablar con alguien para explicarle mi idea y que este se lo trasladara
a Borges, ella le pasó el teléfono directamente a él, que habiendo escuchado mi
propuesta me dijo: "Venga mañana o pasado, 10 o 10 y media". Esa
misma noche preparé las preguntas. Se las mostré a mi padre para que me diera
su opinión sobre el cuestionario, y me dijo por qué en lugar de tratar de hacer
una entrevista imitando a la que le hacían los periodistas, buscando
generalmente alguna declaración explosiva que diera un titular, no trataba de
encararla desde mi punto de vista, viendo lo que pudiera interesarme a mi edad.
Me pareció un buen consejo y traté de reformularlo de esta manera.
Como el trabajo había que presentarlo en equipo, invité a
mis compañeros, varios me acompañaron, y por supuesto estuvimos en su casa el
día siguiente a las 10.
Este encuentro me permitió seguir frecuentándolo en su
domicilio, llevarlo a dialogar a mi colegio, a mi casa, y un gran número de
encuentros que seguramente definieron mi gusto por los libros y lo literario.
Pero esto ya es otra cosa, en lo que nos concierne, la entrevista fue realizada
en el piso de Borges, en la calle Maipú 994, de Buenos Aires, el 29 de julio de
1982, más de un año antes del retorno de la democracia a Argentina. El
resultado es el que transcribimos a continuación, y que se conservó inédito
hasta la fecha. "A mí se me hace cuento" que ya han pasado más de
tres décadas de ese día y que se cumplan 30 años de su muerte. "El tiempo
que los mármoles empaña", cambia muchas cosas y otras no, su palabra sigue
iluminándome.
¿Podría contarnos cómo estaba constituida su familia?
Sí. Mi madre era criolla, era católica, pero católica a la
manera argentina, es decir, más una cuestión social que teológica. Mi abuela
inglesa, era de tradición protestante, predicadores metodistas. Ella sabía de
memoria la Biblia. Ud. le recitaba un versículo cualquiera y ella le decía, sí,
Libro de Job, capítulo tal, versículo tal y seguía adelante. Entre los
protestantes hay mucha gente que conoce de memoria la Biblia. En los hoteles,
por ejemplo en Inglaterra, en Escocia y en Nueva York también, siempre en el
cajón de la mesa de luz hay una Biblia.
Y además las citas bíblicas que serían
pedantescas en castellano, son comunes en inglés. La gente continuamente está
citando versículos de la Biblia o frases bíblicas, y eso no resulta pedante. En
cambio, en los países católicos resultaría forzado. De modo que mi abuela era
muy religiosa, metodista.
La familia de mi madre era católica, como dije, a la manera
de los países latinos, de un modo superficial. Mi padre era agnóstico, es
decir, librepensador, y nos llevábamos todos muy bien, eso jamás provocó una
discordia.
Qué más puedo decir de mi familia. Mi padre era profesor de
Psicología, en el Colegio de Lenguas Vivas, y yo recuerdo exactamente lo que
ganaba, él era abogado además, era Secretario Civil. Él tenía que dar dos
clases de Psicología por semana en Lenguas Vivas y le pagaban 100 pesos al mes.
Cien pesos al mes era dinero entonces, y ahora corresponde más bien a la
literatura fantástica. Cien pesos no significan nada. En ese tiempo sí, todo
era mucho más barato que ahora. Yo recuerdo que el dólar estaba a 2 pesos con
cincuenta centavos. Creo que actualmente ha subido el precio, ¿no? Nuestra
moneda es la más baja del mundo, creo.
Por el lado de mi padre y mi madre, era una familia militar,
mi abuelo el Coronel Francisco Borges se hizo matar, realmente, en la batalla
de La Verde, que ocurrió cerca del pueblo de 25 de Mayo, provincia de Buenos
Aires. Mis abuelos hicieron la campaña de la independencia, luego las guerras
civiles, la guerra con el Brasil, todo eso.
Ahora, por el lado de mi abuela inglesa, no. Eran
predicadores y profesores.
¿Qué estudios realizó usted?
Pocos. Yo estudié en el Collège de Ginebra, estudié y tengo
mi bachillerato. Ahí había dos materias principales, que eran el francés y el
latín. Yo comprendí que si estudiaba bien francés y latín podía prescindir de
las otras materias, lo cual ha hecho que yo sea extraordinariamente ignorante,
ya que estudié física, botánica, mineralogía, zoología, música, gimnasia,
química y no sé absolutamente nada de ellas. Historia sí me gustaba. Pero
historia en Suiza no es una materia obligatoria, es optativa. Si usted quiere
puede estudiar historia Suiza, si no, no. Yo estaba interesadísimo en conocer
la historia de Suiza ya que yo estaba ahí, entonces la estudié. Sí son
obligatorias, la historia antigua, la moderna, etc, pero no la Suiza.
Ese es el único título que tengo, los demás son títulos
Honoris Causa, que no son más que generosidades, soy Doctor Honoris Causa de
Tucumán, de Nueva York, de universidades italianas, colombianas, mexicanas,
luego de Harvard, de Oxford, de la Sorbona, pero creo que no puedo llamarme
Doctor ya que estos doctorados Honoris Causa son un favor que le otorgan a uno
y que por supuesto agradezco, ya que es un honor, aunque no sé si lo merezco.
Personalmente solo puedo decir que soy bachiller del Collège
de Calvino en Ginebra.
¿A qué edad toma conciencia de su vocación literaria?
Yo no sé. No recuerdo una época sin leer ni escribir. Yo
siempre estaba leyendo y escribiendo. Ahora mi padre me dijo que solo leyera lo
que me interesaba, que no leyera un libro por el sentimiento del deber, porque era
famoso. Que leyera solo cuando me interesara, y que solo escribiera cuanto
tuviera una necesidad de hacerlo. Que escribiera mucho, que rompiera mucho y
que no me apresurara a publicar, ya que publicar no es parte necesaria del
destino de un escritor.
¿Cómo llega a publicar su primer libro?
Mi primer libro lo publiqué tardíamente, yo tenía 24 años.
Se llamó Fervor de Buenos Aires, y se publicó aquí, en Buenos
Aires. Mi padre me dio 300 pesos que me permitieron la impresión de 300
ejemplares. No se puso en venta, lo repartí entre mis amigos. A mí me gustaba
mucho. Pero, en realidad, era el cuarto libro que escribía. Había escrito tres
antes, que curiosamente, destruí. Tal vez debería haber destruido ese también.
¿Cómo surgen sus obras? ¿Se sienta a escribir
sistemáticamente o lo hace cuanto siente la necesidad?
Eso es muy complejo. Yo siento que hay algo que quiere que
yo lo escriba, y yo trato de disuadirlo. Pero si hay un tema que vuelve, un
argumento de un cuento o un poema que vuelve, entonces lo escribo. Me parece un
error buscar temas, hay que dejar que los temas lo busquen y lo encuentren a
uno. Si no salen libros fabricados.
Creo que todo el mundo escribe así, aunque los periodistas,
no, ellos buscan temas. Y, por ejemplo, un escritor que admiro mucho,
Capdevila, escribió un libro sobre las catorce provincias argentinas, es muy
raro que todas le interesaran, y menos que le interesaran favorablemente. Eso
es ponerse a fabricar un libro. Yo por ejemplo he escrito un poema al agua, y
no se me ocurrió escribirle al fuego, a la tierra y el aire. Sería una cosa
mecánica. Escribí un poema al agua porque me interesaba. De modo que buscar
temas es un error. Hay escritores que se proponen escribir sobre la vida de los
campesinos de tal sitio, y así salen los libros.
¿Cuál de sus libros prefiere y por qué?
Bueno, la mayoría no me gusta. Me resigno a ellos. Aproveché
las llamadas obras completas para omitir dos libros. Para mí, mi mejor libro es
el que se titula El libro de arena. Es de fácil lectura, es un
libro breve, no uso ninguna palabra que requiera el uso del diccionario. Es un
libro de cuentos, y otro libro de cuentos que me gusta es El informe de
Brodie. El libro de arena es el único del que estoy
satisfecho. Tal vez el tiempo juzgue así también y borre los demás, que son
realmente borrables borradores.
Pero hay mucha gente que admira toda su obra...
Sí, pero yo no me encuentro entre ellos. Eso es un error, y
no sé si agradecerlo, porque no sé si hay que agradecer los errores.
¿Cómo se definiría a sí mismo?
Si yo tuviera que definirme diría un escritor, aunque tal
vez sería mejor decir un lector, ya que yo creo ser mejor lector que escritor.
¿Cómo trascurre un día en la vida de Jorge Luis Borges?
Bueno por la mañana si tengo suerte, vienen a verme
periodistas de Quilmes. Pero generalmente mis días no son tan favorables, luego
duermo una siesta y escribo algo.
¿Qué es para usted la amistad?
Cuando Eduardo Mallea publicó el libro Historia de
una pasión argentina, yo pensé: será sobre la amistad, ya que la amistad es
la pasión argentina, quizá la única. Yo tengo esa impresión de que la amistad
es muy importante para nosotros, lo cual está bien, no?
¿Cómo definiría Buenos Aires?
Yo tengo un poema, en mi último libro, que se llama La
Cifra. Voy a citar el primer verso, que es una definición: "He nacido
en otra ciudad que también se llamaba Buenos Aires", es decir, que ha
cambiado tanto que es otra. Es que uno no llega impunemente a los 83 años. A
los 83 años casi todos mis amigos están en La Recoleta. La ciudad ha cambiado
enteramente. Yo nací en el centro de Buenos Aires, en la calle Tucumán entre
Esmeralda y Suipacha. Toda la manzana, salvo el almacén que estaba en la
esquina, era de casas bajas, con azoteas, con patios, con aljibes, había
algunas casas altas que se hicieron después, en la calle 25 de Mayo o
Reconquista.
¿Qué podría decirle a los jóvenes que se empiezan a
interesar por los problemas del país?
Yo no sé, hay tantos problemas. A lo mejor este país logra
salvarse, aunque yo no veo cómo. La situación es mala, y no solo aquí sino en
el mundo entero. Tal vez todos los momentos sean terribles y sintamos más este
porque está más cerca. Yo no veo salvación posible, y tal vez vayamos hacia la
tercera guerra que puede ser la última. Lo que está sucediendo, en el Líbano,
lo que sucedió aquí, lo que está sucediendo en Irak o en Irán. Esperemos que
no, porque sería un suicidio de la humanidad.
¿Cree que los jóvenes deben interesarse por la política?
Yo no sé. A mí no me interesó nunca la política. Me interesa
más la ética. Creo que si cada uno actúa éticamente eso puede tener un efecto
político muy grande.
¿Qué forma de gobierno prefiere?
Yo querría un mínimo de gobierno, pero lamentablemente
todavía los gobiernos, aún los gobiernos malos, son necesarios. Como la
policía, que es evidentemente necesaria. Si fuéramos éticamente perfectos no
serían necesarios los gobiernos, que son un peligro, sin duda. Pero yo no puedo
opinar en materia política, soy un anarquista conservador. Mi padre era
anarquista. Una vez fuimos a Montevideo y mi padre me dijo que me fijara en las
banderas, en las aduanas, en los uniformes, en las iglesias, en las comisarías,
porque todo eso iba a desaparecer. Nosotros, cuando fuimos a Europa, en el año
14, viajamos sin pasaporte. No había pasaporte, usted pasaba de un país a otro
como de una habitación a otra. Luego vino la Primera Guerra Mundial, la
desconfianza, el espionaje, y ahora todo ha cambiado, no se puede dar un paso
sin identificarse, es muy triste eso. Espero que en Quilmes estén mejor las cosas que en Buenos Aires...
¿Cómo imagina el futuro de Argentina?
Yo quiero pensar que habré muerto, pero creo que vamos
barranca abajo. Yo ya no tengo esperanza, ustedes son jóvenes, tal vez tengan
esperanzas, yo ya no tengo ninguna.
Muchas declaraciones suyas generan polémica, y hay gente
que cree que usted busca ese efecto...
¡Por supuesto que no! El que piense eso no me conoce nada.
Para terminar ¿querría dejarnos algún consejo o mensaje?
Yo no he sabido manejar mi vida, no puedo dirigir la vida de
los demás. Mi vida ha sido una serie de equivocaciones. No puedo dar consejos,
ando un poco a la deriva, cuando pienso en mi pasado me avergüenza. Yo no doy
mensajes, los políticos dan mensajes.
Quilmes es un municipio de la Provincia de Buenos
Aires, anexado a la Capital y a solo 20 km de
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